Vemos de una forma más repetitiva que comer de una forma desordenada es una actitud típica en situaciones de estrés y de ansiedad
Hay varias formas de realizar ingestas, se come mucho, compulsivamente y de forma no saludable, o se come poco por inapetencia o inadecuadamente y mal. Ambos desórdenes llevan a enfermedad, y se crea un círculo vicioso en el estrés y ansiedad y su relación con la alimentación.
Cada día observamos muchas personas que pueden estar sometidas a diferentes situaciones de estrés y ansiedad, tanto en el ámbito laboral, como en el personal o en el social.
El estrés influye y afecta a los hábitos alimentarios de las personas.
La alimentación depende esencialmente de las características de nuestra ingesta, pero, a su vez, una fuente importante de estrés la constituye la forma en que nos alimentamos, porque si lo hacemos erróneamente podemos contraer enfermedades.
Hay que decir primero que los factores psicológicos, entre los que incluimos el estrés y la ansiedad, contribuyen a la predisposición, al comienzo y al desarrollo de varias enfermedades físicas.
Es un hecho la influencia del estrés en patologías que están conectadas directamente con los mecanismos inmunológicos (infecciones), las enfermedades autoinmunes, las neoplasias, enfermedades cardiovasculares, digestivas, endocrinas, musculares, y todas ellas son consecuencia de esta unión estrés-patologías. Es decir, cuando estamos estresados, enfermamos.
Sabemos que el estrés llega a influir y afectar los hábitos alimentarios de las personas, las cuales pueden tomar diferentes actitudes frente a la comida como pueden ser, desinterés, la falta real de apetito o incluso la compulsividad en la manera de comer. Esto altera los patrones de conducta alimentaria, y pueden verse seriamente afectados por las ingestas inadecuadas de nutrientes.