Crisis del fentanilo contaminado en Rosario: decenas de muertes, fallas en laboratorios y ANMAT, y reclamo de Ley Nacional de Trazabilidad.

La tragedia del fentanilo contaminado en Rosario dejó decenas de muertos por infecciones bacterianas —Klebsiella pneumoniae y Ralstonia pickettii— detectadas en ampollas inyectable.
El caso expuso la negligencia criminal de los laboratorios HLB Pharma y Ramallo S.A., y abrió un conflicto político por la falta de control de la ANMAT y el rol del Ministerio de Salud. Las familias exigen justicia, responsabilidades claras y una reforma que impida que esta tragedia se repita.
La investigación del juez Ernesto Kreplak determinó que la contaminación surgió de violaciones sistemáticas a las Buenas Prácticas de Fabricación. Las muertes fueron provocadas por bacterias que ingresaron por vía intravenosa, generando sepsis y neumonía bilateral.
Testimonios internos señalaron controles de calidad falsificados, ausencia de esterilización y la circulación deliberada de lotes defectuosos. Los dueños de los laboratorios están procesados por adulteración de sustancias medicinales con resultado de muerte y enfrentan embargos millonarios por presunto contrabando e irregularidades financieras.
La cúpula política profundizó la crisis. El ministro de Salud, Mario Lugones, evitó presentarse en la Cámara de Diputados, lo que desató la protesta de las familias que esperaban respuestas sobre los controles fallidos.
Frente a esta ausencia de acción política, las familias de Rosario se convirtieron en actor político involuntario. Plantean ahora una propuesta clara y estructural: exigen una Ley Nacional de Trazabilidad que permita seguir cada ampolla de fentanilo y otros opioides de alto riesgo desde la fabricación hasta el uso hospitalario, con control digital obligatorio.
No buscan solo condenas: buscan reformar el sistema de control estatal para que tragedias como esta no vuelvan a ocurrir.
El lado más humano de la tragedia sostiene el reclamo. Las familias enfrentan un duelo doble: la pérdida de sus seres queridos y la sensación de haber sido abandonadas por un sistema que debía protegerlos. Esta combinación de dolor e indignación explica la persistencia y la organización social que mantienen viva la causa.
La crisis del fentanilo dejó una lección incómoda: el control sanitario no sirve si no se aplica. La corrupción en los laboratorios, la pasividad estatal y la ausencia política demostraron que un solo eslabón débil puede ser mortal.
También quedó claro que la justicia avanza cuando las víctimas empujan. La trazabilidad no es un tecnicismo: es una barrera ética para evitar que una ampolla defectuosa vuelva a costar vidas.
Cada ampolla defectuosa recuerda que la vigilancia sanitaria es una responsabilidad colectiva.
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