En Central ahora llegó el tiempo de ajustarse los cinturones, afilar el facón y salir a buscar la comida en cada partido para zafar de los promedios. Es esa la verdadera realidad.
Central empieza otra etapa futbolística y el horizonte de expectativas cambiará rotundamente. Se terminó, al menos momentáneamente por lo que resta de 2019, el tiempo de codearse con el plano internacional y de vivir la adrenalina fascinante de las finales. Ahora deberá arremangarse y poner otra vez los pies en el barro para remontar la cuesta empinada que tiene por delante. Es que a partir de la próxima temporada que se iniciará tras el receso, el campeonato excluyente que disputará el club de Arroyito es el de la lucha por la permanencia en la Superliga. Y allí no puede fallar. Los flashes seductores de haber desembarcado en el plano internacional se acabaron y tendrá que saldar la deuda interna. Allí se jugará todo el pellejo. Debe recomponer el preocupante índice negativo del “riesgo fútbol” cuanto antes.
El equipo canalla logró a fines de 2018 cortar una sequía de 23 años sin dar una vuelta olímpica. Y lo logró en la gestión de Edgardo Bauza con lo que era una caprichosa Copa Argentina. Esto sirvió para devolver al club al plano internacional, a que la camiseta auriazul regrese a la prestigiosa Copa Libertadores y a que la cartulina con el nombre de Central esté otra vez en el bolillero junto a los pesos pesados del continente.PUBLICIDAD
Es cierto que después en Arroyito miraron de costado esta participación y hasta en varios partidos jugaron pibes y suplentes, lo que originó la prematura eliminación. Tampoco ya tiene chances de terminar tercero en el grupo H para meterse en la instancias finales de la Copa Sudamericana, a pesar de que el miércoles debe completar el fixture recibiendo a Libertad de Paraguay.
Incluso ya no queda lo que era un objetivo puntual como la oportunidad de afrontar 90 minutos a todo o nada para ir por una nueva estrella, como significaba la tentadora zanahoria de la final de la Supercopa Argentina ante Boca. El jueves por la noche en Mendoza tras un partido digno, aunque con las serias limitaciones futbolísticas que acarrea Central en cuanto al juego y la intensidad física, el sueño se esfumó desde la definición por penales, un atajo que antes le había dado alegrías y en esta ocasión fue el peor castigo.
Todo esto ya es historia. Ahora tendrá que subirse exclusivamente al ring de la permanencia, a pelear cada fin de semana por los puntos que le permitan ir oxigenando paulatinamente el promedio. La situación en la tabla del miedo no es desesperante ni irreversible, pero tampoco otorga licencias ni margen para hacer la plancha.
Central no puede equivocarse en el armado del nuevo plantel y además será crucial sumar puntos gruesos de arranque para escaparle a los zócalos rojos de los cuatro descensos que se irán actualizando fecha a fecha.
Diego Cocca sabía que no llegaba a un lecho de rosas, pero tiene su cuota de responsabilidad en el breve ciclo de su gestión. Porque en su mandato no pudo darle vida al equipo en las copas internacionales, quedó eliminado de la Copa Superliga ante Aldosivi y el jueves la derrota por penales ante Boca por la Supercopa Argentina es absolutamente de su incumbencia.
Todas estas pálidas le tienen que servir al DT para hacer un diagnóstico preciso de lo que le sirve, de lo que puede desprenderse y, lo más importante, de lo que necesita incorporar en calidad y cantidad.
El periplo externo y la fascinante participación en partidos para conseguir una estrella por lo que resta de 2019 están en lista de espera. En Arroyito es tiempo de ajustarse los cinturones, ponerse los zapatos de trabajo, afilar el facón y salir a buscar la comida cada fin de semana para parar la olla de los promedios.
Es el nuevo escenario de tierra pantanosa por el que deberá caminar Central. Hacer pie lo antes posible será vital para que los grandes objetivos vuelvan a estar arriba de la mesa. Lo saben los dirigentes, el DT, los jugadores y el hincha. El nuevo título en juego es la permanencia en primera división.